viernes, 31 de diciembre de 2010
Confusión
miércoles, 29 de diciembre de 2010
Fue y No Fue
¡No nos hubiésemos hecho daño! ¿Verdad?
sin que nuestro amor se haya terminado.
una sola cumbre que corríamos a coronarla.
Víctor Julio Rodríguez Calderón
Escrito en Soledad
viernes, 24 de diciembre de 2010
Amigo

Por: Víctor J. Rodríguez Calderón.
Amigo tengo que hablarte de ella,
aún tengo adentro sus huellas.
Es mentira; No soy libre,
estoy encadenado a vivir su pasado.
No tengo fronteras, imposible echar al olvido su imagen.
Estoy condenado, vivo bajo su sombra,
A donde quiera que vaya, ella va conmigo,
ella es como el viento que acaricia montañas.
Mis labios secos piden sus besos,
Mi cuerpo pide el calor de su cuerpo.
Es la tortura de una herida abierta,
fue la pasajera de este amor amargo,
fue diferente a otras que yo he amado.
Fue la raíz de mi amor abierto,
aunque yo, para ella ya haya muerto.
LA MUJER AJENA

Somos dos extraños
habiéndonos amado tanto.
Te juro que esta ausencia
me ha hecho tanto daño
que ha sido como un soñar
después de todo lo soñado.
Yo seré para ti…
eso, eso, solo un recuerdo,
así como quien tiene un amor prohibido,
y luego jura nunca haberlo tenido.
Seguiré soñando mientras pasa la vida,
pero te juro, no se…no se como borrarte
mientras sueño. A veces pienso que solo…
solo…es un capricho, desacuerdo de lo soñado
y lo vivido, pero que en el fondo
tiene la muerte de un olvido.
Somos dos extraños,
quien lo diría, es una angustia que no cesa.
Que nos toca el alma y no nos la toca.
Beso tus labios en otra boca, no es amor,
es otra cosa, es la búsqueda de aquello que nos separa:
Tú, la mujer de ayer.
Yo, el hombre que tiene sueños con la mujer ajena.
jueves, 23 de diciembre de 2010
SE DEJA DE AMAR

POR: Víctor J. Rodríguez Calderón
Se deja de amar sin saber porqué.
Se deja de amar porque se pensó y se olvido.
Es como un vendaval que llegó, arrasó y se fue,
es como tener sed, llegar a la orilla del rio y encontrar
la corriente seca, porque otros ya se la han bebido.
Se deja de amar sin saber porqué,
es como aquello cuando se lee un libro
y luego no recordar lo leído,
como el ciego que levanta la mano diciendo adiós
y no ve a quien.
Es como andar, ver la sombra que queda atrás
y que no puede volver.
Es quitarse la sortija del dedo, jurar,
para nunca más volvérsela a poner.
Se deja de amar, porque se rompe el amor.