
Paginas queridas, letras amadas!, mis ojos han vuelto a llorar sobre ustedes. Son las altas horas de la noche y me ha sorprendido el rincón de mi memoria que no me permite que viva en silencio.
Entonces inclino mi rostro y pluma en mano escribo para trazar los renglones que ya nunca mas me dejaran llorar.
Son palabras enmarañadas sobre los escombros de mi pensamiento quizás ya ennegrecidas por soles y lluvias, por noches y días. ¡Por tanto tiempo!
No todas las personas que me aguardaban, me estaban esperando. No descubrí entre ellas ni a mis hijos, ni a mi esposa, ni tampoco amigo alguno.
Algunos metros antes de llegar a la puerta de la casa, se me atravesó una jovencita, me hizo señas para que no llegara, ella se paro como una columna, tenia su cabellera suelta y su pelo negro azabache, negreaba sobre la muselina de su vestido de reina rojo, me invito a conversar y su voz era un viento verde.
-¿No ves que vine a buscarte?
La mire sin contestarle, la luz de sus ojos se acobardaron ante la fuerza de los míos y entonces vi como la suave palidez de su rostro se enardecía.
Viendo que no me movía, me interrogó:
-¿Eres sordo?
Persuadido que no debía arriesgarme a responderle, apreté los labios.
Los otros se inquietaron y le gritaron a la jovencita:
-¿Por qué se demoran tanto?
Ella les respondió:
- Es que piensa muchas cosas y no dice nada.
- Seguro que entró en pánico y está lleno de miedo.- le gritaron todos a coro.
¿Miedo?... –quedo pensativa, reaccionó y les dijo- Lo que pasa es que se hace cargo de lo que le está pasando, sin perder el valor que el caso requiere.
-Entonces dejémoslo tranquilo- respondieron otra vez a una sola voz.
Desperté de súbito, recorrí aquella sala que todavía mantenía el olor de la muerte y a mi lado estaba mi esposa,-quien con cariño me interrogó-
- ¿Cómo te sientes amor?
Balbuceando y con angustia le pregunte: - ¿qué me paso?
Incomoda y fijando sus ojos con ternura en mí, me respondió:
-Tienes que ser valiente. Has sufrido un ACV.
No hubo mas peguntas.
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